lunes, 8 de agosto de 2011

LAS BODAS DE CANÁ

Una de las escenas más llamativas del Louvre, tiene lugar en el salón de la Monalisa. 

Mientras docenas de personas luchan codo a codo por acercarse a la gran vedette del Museo, mientras el brillo constante de los flashes destella sobre el vidrio blindado que protege a la Gioconda, en una especie de danza interminable de paparazzi aficionados, que se agolpan y entran y salen por cientos del salón, sin percatarse de nada más que no sea el camino de flechas que los conduce de la pirámide de la entrada a la pared solitaria donde cuelga la obra de Leonardo, a sus espaldas, se puede ver a un grupo pequeño de personas que, cansadas de la histeria mediática que rodea a la Monalisa, se detienen a ver los detalles de un gran lienzo con la imagen del Cristo en las bodas de Caná.

La mayoría de los hinchas de Leonardo la pasan por alto, y para los pocos que reparan en ella, esta pintura se convierte solamente, en el cuadro que está al frente de la Monalisa.


“Las Bodas de Caná” de Veronese debe, en gran medida, su celebridad al hecho de que se encuentre en el mismo salón, aunque opacada por la gran obra de Leonardo.  Algo así como la fama que le deben Burruchaga y Valdano a Maradona, por haber jugado a la sombra de la prima donna.

Esta pintura del manierismo italiano, fue elaborada por Paolo Caliari, llamado Veronese,(por ser oriundo de Verona, por supuesto), a mediados del siglo XVI, para el convento benedictino de San Giorgio Maggiore en Venecia.  Veronese que se había integrado al círculo de pintores venecianos recibió una gruesa suma de dinero por el encargo, bajo el compromiso de que debía utilizar los mejores materiales en la confección de la obra.  La pintura estuvo colgada del comedor de la abadía durante más de 200 años, hasta que Napoleón la confiscó (he debido decir, la robó) en 1797 y se la llevó a París, para lo cual debió cortarla en dos y luego volver a coserla en el Louvre.  La pintura nunca fue devuelta al pueblo italiano, pero a cambio sufrió una accidentada restauración entre 1989 y 1992, entre otras cosas porque el marco de metal en el que se intentó colgar nuevamente la pintura, se desbarató, cayó sobre el lienzo y le provocó por lo menos cuatro cortes, uno de las cuales fue de más de un metro.

Aunque no alcanzó la fama de Tiziano, ni la de su maestro, el arquitecto Palladio, Veronese supo hacerse a una reputación en Venecia, principalmente por esta pintura, por una serie de pinturas en el Palacio Ducal, y por cuenta de un encargo que recibió del monasterio dominico de S.S. Giovanni Paolo, para pintar la última cena.  Al igual que en el caso de las Bodas de Caná, su última cena está llena de detalles humorísticos, incluyendo perros, enanos, bufones, así como representaciones exactas de los festines contemporáneos que tenían lugar entre los ricos venecianos.

No obstante, debido a esta aproximación irreverente, Veronese fue llamado por la Inquisición, acusado de herejía y conminado a modificar la pintura so pena de ser condenado por este delito capital.  Veronese, que tenía en alta estima su propio arte, en vez de modificar el cuadro, prefirió cambiarle el nombre, de forma que en adelante ha sido conocido como la “Cena en la casa de Levi”.  Esta modificación fue suficiente para que Veronese fuera dejado en paz.

Lo cierto es que en un entorno en el cual, los artistas estaban optando por una aproximación manierista a la pintura que ponía en tela de juicio los criterios clásicos de la pintura renacentista y que produjo resultados bastante desiguales, y en el cual la inquisición de la contrarreforma estaba empezando a perseguir a los representantes del libre pensamiento en Italia, Veronese se las supo apañar para hacer gala de un virtuosismo exquisito en la representación de cuadros luminosos y festivos, y para burlarse impunemente de la ortodoxia religiosa incluyendo en sus representaciones detalles carnavalescos, que más que hacer referencia a la historia sagrada, tenían que ver con la atmósfera decadente y divertida de una Venecia que estaba resignándose a abandonar el centro de la escena europea, para darle paso a lo que iban a ser los poderes atlánticos de la edad moderna.

En resumen, Veronese es un ejemplo de lo que puede lograrse con inteligencia, talento y buen humor,  cuando alguien se encuentra en un ambiente de crisis, para posicionar el propio producto y superar de manera elegante las manifestaciones arbitrarias de la estupidez humana.

Agosto de 2011 


          

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